09 octubre, 2011
Say no to no
23 agosto, 2011
22 mayo, 2011
19 mayo, 2011
17 mayo, 2011
23 abril, 2011
17 febrero, 2011
22 enero, 2011
Feeling so small
15 enero, 2011
02 enero, 2011
01 enero, 2011
While the sun shines
30 diciembre, 2010
28 diciembre, 2010
Absence makes the heart grow fonder
26 diciembre, 2010
Filthy water cannot be washed
25 diciembre, 2010
24 diciembre, 2010
It is Christmas in the heart
22 diciembre, 2010
Are you hoping for a miracle?
21 diciembre, 2010
15 diciembre, 2010
When the night falls, my heart falls
29 octubre, 2010
18 septiembre, 2010
03 septiembre, 2010
Anti matter
15 agosto, 2010
Death is more universal than life
09 agosto, 2010
04 agosto, 2010
25 julio, 2010
15 julio, 2010
29 junio, 2010
Sharing a drink they call loneliness
04 junio, 2010
29 mayo, 2010
*
What a feeling
Where are you love?
01 enero, 2010
27 diciembre, 2009
03 diciembre, 2009
01 diciembre, 2009
...
Y eres sino tú, la persona plasmada de rojo contra el suelo. Nunca te ha entusiasmado el rojo, cruel ironía. No sabes qué haces, dónde estás, o qué ha pasado. No te has marchado aún, pero los lloros inundan tu mente al pensar en tu padre, tu madre, y aquellas personas que nunca les diste una descomunal importancia, pero sentías que eran más afortunadas que tú y que se habrían merecido más de ti. Tu cabeza está ladeada sobre el asfalto glacial. Ves a la señora que se sentaba cerca de ti en el autobús, la cubren con una manta dorada. Ya entiendes. Es irónico que la manta sea dorada, piensas tú, maldita la gracia. Te gustaría ver el cielo una vez más. ¿Puedes? No, así que lo miras de reojo, y te conformas, por ahora. Sabías que pronto verías el cielo eternamente.
Y el tiempo pasa. Rápido. Lento. Lo desconoces, o quizás lo ignoras, pero lo que es pasar, pasa. Piensas otra vez en tu madre, en esta mañana, cuando no te despediste de ella. Quieres girar la cabeza. ¿Puedes? No. Estás tintado de rojo, pero no el rojo que tiñe el cielo al amanecer, sino el rojo de las películas de terror, un rojo ciencia-ficción. Es extraño, tu vista sigue intacta, pero no puedes cerrar los ojos. Las lágrimas que corretean por tus mejillas te molestan, te gustaría quitarlas, pero ya sabes que no puedes y no te esfuerzas siquiera en intentarlo. Oyes internamente tu respiración. Tu pecho sube. Y baja. ¿Vas a morir en plena ciudad?
Ves bocas abrir y cerrarse, sabes que te intentan decir algo, pero no logras comprenderlo, aunque tampoco te esfuerzas, sabes que no te iba a ayudar igualmente. La historia de tu vida llega a su final. Te rindes, y antes de dejar la mente en blanco, y la vista inundarse de rojo, a sabiendas de que será la última vez, consigues esbozar una leve sonrisa. Ves como gradualmente tus ojos ceden, y lo último que consigues discernir son los dedos del médico cerrando tus párpados, tú que ya no sientes, ni oyes, ni ves. Tu vida ha sido una excusa para morir.